Inmediatamente después de la presentación de Cadena Perpetua, en el escenario de enfrente César Andino, ayudado por unas muletas, pero visiblemente mejor que en la versión 2007 del festival en la cantó en silla de ruedas, saludaba al público que por ese entonces ocupaba más del cincuenta por ciento de la capacidad del campo y comenzaba el derrotero de once canciones que conformaron el set de Cabezones.
Es inevitable no centrar las miradas en César. Ayudado por un bastón en varios tramos y otros con muletas, conmueve ver el esfuerzo que hace para mantenerse de pie, con la permanente ayuda de dos asistentes que lo siguen y vigilan atentamente en cada movimiento. Sorprendió a todos cuando, promediando el show, se acercó hasta la punta del escenario, se sentó cuidadosamente y bajó hasta llegar al vallado para cantar junto a la gente una emotiva versión de Globo.
A partir de ahí, el show fue creciendo y una vez recuperada su posición frente al micrófono, se desató el primer gran coro de la jornada con Pasajero en Extinción, una versión algo desafinada, pero muy emotiva que mostró varias señoritas sobre los hombros de generosos muchachos. El final fue con Irte y Mi Reina, para saludar, agradecer y nuevamente bajar con la gente. Antes, habían pasado Alud, Hombre Paranoico, Inmóvil y una oscura versión de Sueles Dejarme Solo, de Soda Stereo.
A juzgar por lo visto esta noche, uno piensa que por fin Cabezones o César Andino –por caso lo mismo- con mucho esfuerzo, parece retomar el buen camino y de a poco ir liberándose de aquellos fantasmas que lo acecharon en los últimos tiempos. Todavía falta, pero como dijo César al terminar el show: “no está muerto quien pelea”.
Texto: Pablo Zinola
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